viernes, 28 de diciembre de 2012

Apertura.- Sesión 1

El Infierno (pelicula Mexicana) de Luis Estrada



Almidonada por una capa de comedia -porque sólo así es soportable-, la película “El Infierno” muestra como el narco corrompe todo lo que toca. En realidad esta película debería de ser tan deprimente y conmovedora como una de esas películas del holocuasto, pero suavizada por el folclor de la mexicaneidad, por su estoicismo, por la caricatura tan entrañable e inevitable de la sociedad mexicana, la película es divertida, es una carcajada más que un plomazo en la cien. Sólo así se puede cuestionar en México las ligas del narco con el ex presidente Salinas de Gortari (y con la clase política de este país), con la Iglesia, con la CIA (cuando el Beni dice en inglés que parecen entrenados por esta agencia: los zetas entrenados en la escuela de las Américas que aparecen como el comando de ultraviolencia de la familia Reyes, en su patricarca: una caricatura de todos los capos, narcopolíticos y sacerdotes corruptos de los últimos tiempos).
El narco corrompe todo lo que toca como si tuviera en su droga, en sus armas y en su dinero un oscuro karma, una intrínseca descomposición. Un rey Midas moderno cuyo oro es la perdida absoluta de la ética (y de la estética, la cual se vuelve la caricatura del glamour). En la película nadie tiene ningún asomo de ética; los personajes pueden ser agradables, bastante simpáticos pero cada uno de ellos antepone sus intereses personales en algún momento a los de ‘sus seres queridos’ –o al menos negocía sus emociones a cambio de dinero. Todas las relaciones, también las afectivas, postula el narco-capitalismo, son negociables. Quizás más profundo que el problema del narco es el problema de la pobreza y en general del sistema económico que se vuelve una especie de religión secular donde el dios inclemente, como se insinúa en el billete de un dólar, es el dinero.
La película “El Infierno” contiene diálogos y personajes que si se analizan a detalle son endebles, y a veces inverosímiles, pero esto no es la cuestión, al contrario. Es una caricatura, una híperbole, una ensalada de clichés y estereotipos del mexicano y del narcotráfico (una crítica así en tiempos tan críticos justifica la exageración). Lo que pasa es que esta caricatura se está volviendo bizarramente real. Un país cuya cultura se está convirtiendo en una caricatura de su cultura milenaria. Es uno de los porvenires que se fraguan, ser reducidos al carnaval ya no solo surrealista involuntariamente, ahora subrrealista, en la abyección… la tragicomedia mexicana –distopia de la historia-: siempre vivir en Abajo.

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